SER HUMANO?. No sin el perro..

HOMBRE – PERRO – DOMESTICACION

Es imposible entender al perro sin el hombre, y a estos dos sin el concurso de la domesticación, ese modelado de la naturaleza y sus componentes que ha llevado a cabo Homo sapiens para poder asegurarse un espacio de privilegio en el exigente ecosistema del planeta Tierra. El esfuerzo evolutivo del ser humano siempre ha estado acompañado de cambios en el clima, hostilidad con otros hombres, hambre, sequías y un esfuerzo continuo por encontrar alimentos a través de la caza y recolección en sus inicios, pasando por el trabajo de la tierra, cría de las primeras especies de ganado, hasta la lucha denodada que representa mantenerse en pie en una cultura dominada por la información, los microprocesadores y la despiadada competencia con millones de personas por un sitio en las superpobladas ciudades del siglo XXI.

Hemos hecho de esta especie un bastón en el que apoyarnos en el trabajo, la caza, la defensa de nuestros hogares, el deporte y la ciencia hasta llegar a cubrir necesidades exclusivas del ser humano, como la necesidad de afecto, la compañía como remedio para una soledad cada vez más estructural en una sociedad que se caracteriza por el individualismo social, el materialismo a ultranza y una deriva muy peligrosa de la empatía. 

Los perros (Canis lupus familiaris) son los mamíferos grandes más extendido, después de los humanos, en nuestro planeta. Se estima que la población mundial total de perros ronda los 800 millones de individuos (Hughes y Macdonald, 2013; Rowan, 2020). Los perros están presentes en todos los continentes excepto en la Antártida (también hubo perros en la Antártida hasta que fueron prohibidos en 1994). Los perros son el mamífero con mayor diversidad fenotípica (Wayne, 1986) y fueron los primeros organismos domesticados, surgido de los lobos (Canis lupus lupus) hace más de 15.000 años, milenios antes de que se domesticara cualquier otro animal o planta (Larson et al., 2012). Datos obtenidos del artículo THE INDISPENSABLE DOG. CLIVE WYNNE (Frontiers in psychology, 2021)

Estos perros sin dueño, de la India, viven en relación con el ser humano, pero no pertenecen a nadie, no obstante, con su presencia, tienen un papel destacado en el ecosistema en el que viven. Es una forma más de la simbiosis hombre – perro.
Sin embargo, la imagen de Dotti, la Boston terrier familiar, muestra otra forma distinta de esa relación, pero que comparte ese nexo invisible que une al hombre con el cánido amigo.

Muchas teorías intentan explicar el inicio de la domesticación y nuestra relación con el perro. Intentaré a lo largo de nuevas publicaciones, describir lo que yo he asimilado de muchas de ellas. Como introducción, un resumen de una que considero apasionante por su cercanía con una propiedad muy humana: la evolución del ser humano y los sentimientos.

John Bradshaw, director del Instituto de Antrozoología de la Universidad de Bristol, y autor de IN DEFENCE OF DOGS (2011) y THE ANIMALS AMONG US (2018) entre otras publicaciones sobre comportamiento animal con especial desarrollo del área de animales de asistencia al ser humano, sostiene la teoría de la coevolución del ser humano, sus conductas y hábitos en paralelo al desarrollo de idénticas habilidades en la secuencia evolutiva lobo – protoperro – perro domesticado.

¿EL GEN DE LA DOCILIDAD?. Este investigador considera que algunos lobos, debido a un accidente o mutación genética, adquirieron la capacidad de acercarse al ser humano e interactuar con él, aunque siguieron reproduciéndose y conviviendo con su especie (habilidad de socializar con las dos especies simultáneamente). Bradshaw considera a esta dualidad como el inicio del proceso de domesticación.

Producida la divergencia lobo – perro, los genes del perro comenzaron a modificarse de acuerdo a su nueva vida en relación a un entorno de mayores posibilidades que el de su antecesor, y sobre todo a la presencia de ese ser, que le hacía de nexo entre su acervo genético original y los cambios que como especie necesitaba para prosperar.

Kay Frydenborg, en su libro A DOG IN THE CAVE. The wolves who made us human (2017) desarrolla este concepto de la evolución en paralelo o coevolución de ambas especies, asegurando que «lo que los científicos están descubriendo en el estudio del ADN canino y el ADN del hombre prehistórico y actual, es que ambas especies han evolucionado en paralelo» desde aquella primera cita que los unió para siempre.

En 2013, un estudio comparó el ADN de doce lobos grises y de sesenta perros domésticos de 14 razas diferentes. Buscaban mutaciones específicas que pudieran determinar en perros y que estuvieran ausentes en lobos. Treinta y seis (36) genes fueron determinados. Diecinueve de estos genes estaban involucrados en el desarrollo y funcionamiento cerebral, y otro grupo del total de 36, estaba relacionado con la división celular, por consiguiente pasaron a tener un especial interés en el estudio del desarrollo del cáncer. Pero el principal interés de los investigadores se centró en una mutación que permitía a los perros una mayor eficiencia para digerir el almidón (gen AMY2B), del que hablaremos con más detalle.

LECTURAS RECOMENDADAS

A DOG IN THE CAVE. The wolves who made us human. Kay Frydenborg (2017). ebook

IN DEFENCE OF DOGS . Why dogs need our understanding. John Bradshaw (2011). ebook

THE ANIMALS AMONG US. The new science of Anthrozoology. John Bradshaw (2017). ebook

THE INDISPENSABLE DOG. CLIVE WYNNE (Frontiers in psychology, 2021). Pubmed DOI: 10.3389/fpsyg.2021.656529