La tolerancia y los perros

En un viaje a mi querida Argentina, tuve la oportunidad, una vez más, de comprobar la continua presencia del perro en nuestra vida y de tomar conciencia sobre la importancia de este animal en la sociedad actual. Poco más hay que agregar cuando se contempla esa manada de perros controlados por una sola persona, que educadamente pasean por las calles de una de las capitales más grandes del mundo.

Los que tenemos perros , somos  conscientes de lo difícil que resulta en muchas ocasiones, controlar un solo perro y una sola correa, sabemos como se complica abrir la bolsa y levantar una caca, o evitar que en un alarde de instinto canino se le ocurra a nuestro perro, medir sus fuerzas con otro de su especie, o salir corriendo detrás de un niño con una pelota. Los paseadores de perros, (dog walkers en inglés) forman parte del universo contemporáneo de la vida del perro y su interacción con el ser humano controlando todas las vicisitudes anteriormente mencionadas.

En mi búsqueda continua de la razón y el sentimiento que nos une tanto a los perros (muy cotidiana por mi actividad profesional como veterinario clínico), veo incrementada la magnitud de mi asombro con muchas de las actitudes de los propietarios de mis pacientes. En la mayoría de los casos, la nobleza de ese sentimiento entre ser humano y el perro, es tan indescriptible como es, la emoción de leer un libro, admirar una obra de arte o quedarte sin palabras ante el hechizo de un maravilloso paisaje natural. Por todo esto, mientras contemplaba la imagen de los paseadores de perros, se me vino a la cabeza el duelo a muerte que se podría generar en las redes sociales entre defensores y detractores de los perros, de su forma de vida y sobre todo de aquellos propietarios que han decidido amalgamar su vida con la de sus animales, y esto es lo que salió de aquel batiburrillo inicial:

POSTURA NÚMERO 1. A MI PERRO LO PASEO YO. Una primera reflexión que se podría desprender de esta actividad sería la de aquellas personas que integran a su animal de compañía en su actividad física diaria, ya sea en simples paseos o con una exigencia deportiva mayor, como podría ser, salir a correr o a andar en bicicleta. En este caso, contratar los servicios de un paseador de perros sería un contrasentido. Sin más.

POSTURA NÚMERO 2. NO TENGO TIEMPO PARA PASEOS, PERO QUIERO A MI PERRO. En el extremo opuesto estarían aquellas personas que queriendo compartir su vida con un perro no pueden dedicarle el tiempo necesario por razones laborales o de estudio, pero consideran que las necesidades de esparcimiento y ejercicio físico de su mascota tienen que ser cubiertas. En este caso, contratar los servicios de un paseador de perros estaría completamente indicado. Absolutamente claro.

Adonde quiero llegar con esta introducción: una vez más, con la ayuda de los perros, podemos llegar la conclusión que la verdad absoluta no existe, y que aún dentro del mundo de los amantes de los perros existen extremos que podrían ser motivo de controversia.

Aseguraba Aristóteles que la virtud estaba en el punto medio (Aurea mediocritas ó el dorado término medio) de dos posiciones enfrentadas. En este caso, las dos opciones, aunque representan dos puntos de vista imaginarios describen muchas situaciones que vivimos a diario y como el análisis y la reflexión serena nos pueden situar en el punto medio y llegar a comprender a los dos extremos de la situación.

Muchas gracias por llegar hasta aquí.