La tolerancia, los perros y la sociedad
Las necesidades fisiológicas de nuestros animales de compañía representan un desafío de convivencia y de gestión, sobre todo en el ámbito urbano más estricto.
Dentro de las responsabilidades por ser propietario (o tutor) de una mascota (o de un animal de compañía) debería insistirse, con una mención clara y directa, sobre el destino de las diarias deposiciones, sólidas y líquidas de nuestros irracionales amigos.
En pro de una sana convivencia, no es lógico (ni higiénico, ni saludable) encontrarse a diario con los abundantes restos de materia fecal que ciertos propietarios, van dejando por las aceras y parques de la mayoría de los núcleos urbanos, donde habitan y pasean con sus mascotas.
No solo es una imagen negativa la que devuelve la presencia del acúmulo de excrementos, sino un peligro potencial de caídas para personas mayores, contagio de enfermedades para niños que juegan en los parques, y una situación de rechazo hacia los perros y el mundo de los perros por parte de aquellos, que en el ejercicio lógico y justo de sus derechos, no quiere ni tiene perros, decisión que en muchos casos, la han tomado con una responsabilidad y reflexión mayor que aquellos que teniendo perros, obligan a los demás a compartir, en este caso, la presencia y los efectos de sus deposiciones.
Los parques son sitios de recreo, juego y esparcimiento que los seres humanos podemos compartir con los perros, pero no debemos transformarlos en un estercolero en el ejercicio de una libertad mal entendida o un derecho autoproclamado.
Parecería más lógico que los perros disfrutaran del parque después de un primer paseo donde las evacuaciones (sobre todo las sólidas) ya se hubieran realizado, o que tuvieran un hermoso y espacioso parque donde poder jugar, defecar y orinar sin posibilidades de molestar a nadie por los “olvidos” o “descuidos” de sus propietarios.
Lo mismo debería ocurrir con las aceras. Un perro educado es continente, sabe esperar, y puede aguantar un pequeño trayecto hasta zonas más adecuadas para efectuar sus deposiciones.
CONCLUSIÓN. El sitio donde el perro defeque (acera, calle, parque o el campo) , no debería eximir a nadie de recoger las cacas de su perro. Esta siempre debe ser una obligación para todo propietario responsable. Pero, ¿que pasa con quien no las recoge? En este punto toca empezar a pensar. Si cada uno es incapaz de asumir la responsabilidad de recoger las cacas de su perro, ¿quien debería hacerlo?.
- POSIBILIDAD UNO: la Administración local que recibe de tu parte un impuesto sobre BASURAS. Hasta aquí muy claro: mi perro defeca en la calle y un responsable de limpieza lo recoge… Sólo con pensar en una población de 10.000 habitantes con 1000 perros censados a dos cacas al día, los responsables de la limpieza deberían recoger 2000 cacas en distintos puntos de los límites de la población, y posiblemente no podrían dedicarse a otra cosa (aparte de las reclamaciones que se acumularían por parte de quienes no tienen perros, sabiendo que compartirían el impuesto, pero no la afición). DESCARTADA..
- POSIBILIDAD DOS. ¿Y si concentramos las 2000 cacas del ejemplo anterior en una zona única, con superficie suficiente (tanto como un parque de la población, pero destinada a los perros) para muchos perros sueltos y sus respectivos propietarios, con sombra, césped, bancos para los propietarios, con vallas de seguridad y sectorizado para perros grandes, medianos y pequeños?. UN AMPLIO Y SEGURO PARQUE PARA PERROS. NO ES MALA IDEA…
- POSIBILIDAD TRES. Seguir insistiendo en la educación y apelando a la responsabilidad de los propietarios que no lo son. DESCARTADA. A LA VISTA ESTÁ QUE NO FUNCIONA.
- POSIBILIDAD CUATRO. Al igual que 79 municipios españoles, recurrir a la huella de ADN, previa implementación del censo de ADN canino con el fin de poder reconocer al animal y a través de este a su propietario. ¿Es necesario llegar a este extremo?. Parece que sí.
NOTA: Los ejemplos de Miami y Londres pretenden significar dos cosas: en otros sitios también existen propietarios poco concienciados, de ahí la importancia de las advertencias, y segundo y más importante: si se quiere, se puede. Todo es empezar. Os dejo ideas en forma de reflexión.