Miguel de Cervantes

EL COLOQUIO DE LOS PERROS. NOVELAS EJEMPLARES DE MIGUEL DE CERVANTES

Las NOVELAS EJEMPLARES, y dentro de ellas el COLOQUIO DE LOS PERROS, forman parte de una lectura muy recomendada para los amantes de la literatura y sobre todo, porque muchos de los contenidos que de sus diálogos se desprenden,  continúan hoy vigentes, a pesar de haber transcurrido 4 siglos desde entonces, y por último, porque esta charla entre amigos,  se lleva a cabo entre dos perros que al menos en el extracto de hoy, no dejan muy bien parado al hombre y sus defectos. 

La observación respetuosa, a distancia, no permite una buena calidad fotográfica, pero el documento es de una belleza inigualable.

AL LOBO BARCINO!

El perro que hoy comparte su vida con nosotros, tuvo sus orígenes en otro animal, tan incomprendido y perseguido, que a pesar de habernos legado a nuestro mejor amigo, hoy se lo sigue hostigando, sin descanso, hasta en los últimos reductos,  donde se lo ha obligado a vivir. Ese animal, el lobo, es el protagonista, junto a dos perros, Cipión y Berganza, de este pasaje de la obra, que en mi opinión, encumbran al autor y ponen en evidencia, una vez más, la picaresca del ser humano y la eterna condición de culpabilidad que deben soportar muchos animales. 

NOVELAS EJEMPLARES. Extracto del COLOQUIO DE LOS PERROS (Miguel de Cervantes, 1613)

CIPIÓN.—Sé breve, y cuenta lo que quisieres y como quisieres. 

BERGANZA.—«Digo, pues, que yo me hallaba bien con el oficio de guardar ganado, por parecerme que comía el pan de mi sudor y trabajo, y que la ociosidad, raíz y madre de todos los vicios, no tenía que ver conmigo, a causa que si los días holgaba, las noches no dormía, dándonos asaltos a menudo y tocándonos a arma los lobos; y, apenas me habían dicho los pastores ¡al lobo, Barcino!, cuando acudía, primero que los otros perros, a la parte que me señalaban que estaba el lobo: corría los valles, escudriñaba los montes, desentrañaba las selvas, saltaba barrancos, cruzaba caminos, y a la mañana volvía al hato, sin haber hallado lobo ni rastro de él; y hallaba en el hato, o ya una oveja muerta, o un carnero degollado y medio comido del lobo. Desesperábame de ver de cuán poco servía mi mucho cuidado y diligencia. Venía el señor del ganado; salían los pastores a recebirle con las pieles de la res muerta; culpaba a los pastores por negligentes, y mandaba castigar a los perros por perezosos: llovían sobre nosotros palos, y sobre ellos reprehensiones; y así, viéndome un día castigado sin culpa, y que mi cuidado, ligereza y braveza no eran de provecho para coger el lobo, determiné de mudar estilo, no desviándome a buscarle, como tenía de costumbre, lejos del rebaño, sino estarme junto a él; que, pues el lobo allí venía, allí sería más cierta la presa. 

»Cada semana nos tocaban a rebato, y en una escurísima noche, agachéme detrás de una mata, pasaron los perros, mis compañeros, adelante, y desde allí vi que dos pastores asieron de un carnero de los mejores del aprisco, y le mataron de manera que verdaderamente pareció a la mañana que había sido su verdugo el lobo. Pasméme, quedé suspenso cuando vi que los pastores eran los lobos y que despedazaban el ganado los mismos que le habían de guardar.

¡Válame Dios! —decía entre mí—, ¿quién podrá remediar esta maldad? ¿Quién será poderoso a dar a entender que la defensa ofende, que las centinelas duermen, que la confianza roba y el que os guarda os mata?» 

CONCLUSIÓN

A través de la genial pluma de Miguel de Cervantes, y los diálogos entre Cipión y Berganza, es posible profundizar en la capacidad que posee el ser humano, de utilizar el engaño, para conseguir sus fines.

En este caso, a través de una doble falsedad, el pastor pretende engañar a sus jefes y perjudicar al lobo, sumando odio y desconfianza, a una especie muy perseguida, inclusive en la actualidad, por los hechos que la humana mentira, le atribuyen.